Hace unos días, este columnista se topó con un comentario sobre las elecciones municipales en el que alguien planteaba su razonamiento para la escogida de un candidato en Lima Metropolitana. Comenzaba con una enunciación simple: “con la izquierda nada”. Luego se procedía a descartar a casi todos los candidatos por razones predecibles, ninguna de las cuales era una calificación ideológica sino los habituales “corrupto” o “incapaz”.
Los otros candidatos, ¿no son de derecha?
Parece absurdo preocuparse por cortes ideológicos en una elección municipal, pero lo cierto es que el razonamiento de “izquierda no sirve” es interesante porque no tiene una contraparte de opinión sobre la derecha. Candidatos como López Aliaga son de derecha bajo cualquier posible interpretación de lo que tal termino signifique; otros, como Urresti, son claramente populistas autoritarios pero no parecen tener nada que no permita decir que en el fondo son de derecha: creen más o menos sin dudas ni murmuraciones en el mercado, y/o son socialmente conservadores. Pero no son llamados “de derecha”, como tampoco una agrupación como APP o un conjunto de cultos irredentistas como el fujimorismo.
Lo fascinante es que la izquierda realmente existente, la de Perú Libre y demás, ha mostrado las mismas vocaciones por la gestión mediocre, el compadrazgo aprovechado y la falta de imaginación que la derecha; que la otra izquierda, si se quiere más urbana y cosmopolita, carece de logros de gestión pública o de atractivo popular. Y llamar “izquierda” al antaurismo es ridículo tanto como peligroso.
Históricamente, la izquierda siempre se reivindicó, en sus diversidades y caos, como tal; mientras tanto, los partidos de derecha optaban por pretenderse sin ideología, como AP y su “Perú como doctrina”, o el PPC con expresiones anodinas que opacaban su intención neoliberal y conservador en realidad. Entre el auge de independientes de fines de los 90 y la normalización del “modelo” por el fujimorato, la pretensión de nuestra derecha, diversa y caótica, de no ser derecha ni ideológica ni prácticamente, ha terminado por dominar el discurso público.
Pero eso no es positivo ni sano. La derecha peruana domina la discusión pública tanto como la gestión de lo público, y en ambos casos lo hace mal. ¿Un problema ideológico? ¿O de vocación de aprovechamiento del estado?
Quizá ayudaría a la viabilidad política del país que comenzaremos a decir que la derecha, tal como la izquierda, no tiene ideas, no tiene éxitos de gestión, y es tan aficionada al compadrazgo, sea de menor cuantía o de Clubes de la Construcción, como la izquierda. Quizá podríamos comenzar a sincerar la urgencia de tener política pensante en el país.