Antauro Humala (AH) es un delincuente común que ha intentado disfrazarse de revolucionario. Que esté libre es indignante más allá que sea lo que la ley determina. Se puede creer en el estado de derecho y estar en desacuerdo con sus consecuencias; así es como se inicia cualquier mejora de legislación, o de su gestión.
Pero separar la indignación del temor es crítico. La idea de una conspiración brillante para sostener al presidente tras la liberación, es tan ridícula como las conspiraciones electorales que se disparaban sin rumbo en 2021. La otra idea que da vueltas, que AH será una suerte de Espartaco que recogerá indignados por el país para asaltar los baluartes del orden criollo-burgués, requeriría que AH haya mostrado algo de capacidad de convocatoria, algo de imaginación política, y no solo delirios en donde se mezcla el autoritarismo con ideologías producto de beber de la mala.
Sin duda, desde la izquierda supuestamente en el poder, que cual Comintern en 1930 acusan a cualquiera que no sea como ellos de ser el principal enemigo, AH parece ser el adalid que puede usarse para desbaratar a los tibios. Desde la derecha, algunos creen ser la versión mejorada de Von Papen, que esta vez sí lograrán usar al radical para depurar la política de sus enemigos, para luego simplemente mandarlo al desvío.
En otras palabras, AH es el sueño del cuco propio, aquel con el cual se podrá ganar el poder usándolo para “encourager les autres”: el miedo a AH bastará para que todos converjan en una candidatura que parezca si no buena, al menos no tan tenebrosa.
No hay evidencia para pensar que AH tenga ni la capacidad de convocar a las masas, ni de realizar nada que sea medianamente influyente en la escena pública, ni mucho menos de ser un candidato viable en una elección presidencial. Puede pasar, pero solo si se le deja espacio, se lo alimenta y sobre todo, se lo propagandiza como alguien que sea algo más que un delincuente común. Esto requeriría que lo usen y que se deje usar. Por el momento, todo indica que hay muchos con ganas de usarlo, pero que el mismo cuco no está muy interesado sino en seguir interpretando su propio personaje.
Lo que lleva a una pregunta planteada en esta columna hace meses: ¿quién arma el playlist? ¿Quienes están detrás de la idea de AH como el futuro Atila de los buenos burgueses, o en el Santiago MataCaviares? ¿Quién quiere que temamos a AH?
Hay quienes todavía piensan que cierta política tres veces fracasada debe ser presidente. Crear un monigote para que el argumento no sea qué necesita el país, sino a quién debemos temer, para así ganar, al fin, elecciones. Miremos por ahí, y quizá salga a la luz el por qué de este temor fabricado.