Rápido, violento y muy cercano: protesta digitalizada y acción conectiva para tumbarse un golpe (2)
(esto es un borrador, que puede seguir siendo editado aquí o convertido en documentos distintos).
Un posible modelo explicativo
La crisis política fue resuelta por la protesta contra la ilegitimidad clara del régimen usurpador; pero se puede proponer que la respuesta fue social, antes que política, y la dimensión digital fue especialmente critica. Fue social porque se movilizaron ciudadanos, no como actores políticos sino como actores sociales, colectiva o individualmente, en la calle o desde sus casas; y lo digital fue crítico porque sin el acceso y uso de medios digitales la rapidez y complejidad de la reacción no sería comprensible.
La ausencia de liderazgos fue importante, no solo porque evitó que se polarizaran posiciones a favor o en contra en relación a la opinión que se pudiera tener de un líder u otro; más importante aún, dejo en claro que era “la gente” o “el pueblo”, no los políticos, los que estaban actuando en la calle, y que no lo hacían por Vizcarra, sino por ellos mismos, por la democracia y para evitar la captura del estado por parte de los grupos de intereses que predominaban en el gobierno. A pesar de la necedad constante de los golpistas al invocar a Soros o a otros como los que financiaron las protestas, no hay evidencia alguna que la movilización haya sido otra cosa que una respuesta social a un abuso de poder.
Sobre lo digital, este documento postula una explicación para la rapidez y contundencia de las protestas, asociada al mecanismo de difusión de lo que ocurrió esos días, tanto en la calle como en la opinión pública en general, que sería una diseminación viral. Para ellos, la noción de viralidad, que ha sido un elemento muy saliente del debate público durante este año de pandemia, necesita una mínima elaboración para poder ser entendida en un contexto comunicacional. Esa elaboración permite acercarse a la reacción social de una manera que sirve tanto para confirmar postulados teóricos como para plantear algunas ideas para mayor elaboración posterior.
Un principio fundamental para entender la difusión viral es considerar que no solo es necesario la existencia de un virus, sino que haya un receptor que sea susceptible a la infección. El R0, o tasa básica de reproducción de un virus, se calcula en el terreno cuando una infección se multiplica a una tasa determinada: si es mayor a 1, quiere decir que cada persona infectada podrá contagiar a más de una persona, y así sucesivamente. Junto con este valor, hay que considerar la tasa de ataque, que es el porcentaje de la población susceptible que puede ser contagiada. Ambos conceptos se pueden relacionar, como lo hacen Arino et al. (2010), donde el siguiente gráfico expresa la relación:
Como se puede ver, si el R0 aumenta el porcentaje de la población susceptible aumenta también, expresada en la tasa de ataque. El vector, es decir el mecanismo de contagio, es clave. Si un virus requiere contacto directo con fluidos corporales, se lo puede contener con relativamente mayor facilidad (el caso del HIV); los aerosoles son más difíciles de contener (el caso del sarampión o la COVID-19). Pero la homogeneidad de la población o del sector de la población susceptible es importante: si un segmento de la población tiene diferencias genéticas o ambientales con otros segmentos, puede ser más o menos susceptible a la infección.
Estas ideas pueden ser trasladadas, preliminarmente, a un entendimiento de la comunicación viral que permita contrastarla con la comunicación de masas, y así comprender la situación política peruana mejor.
En la comunicación de masas, radio y televisión, la cantidad de personas expuestas a mensajes es potencialmente muy grande; pero la reproducción de los mensajes es débil por dos razones: las personas no reproducen el mensaje, sino su interpretación del mismo; y la reproducción se realiza por contacto directo, con las personas con las que conversamos. La homogeneidad de la población se determina en primer lugar por acceso: mientras que los medios masivos están más difundidos, os medios sociales requieren condiciones de acceso que están distribuidas de manera irregular en una población determinada.
Más aún, los medios reticulares, y en particular en los medios sociales, la difusión de los mensajes es mucho mayor, en función directa a la cantidad de personas que revisan nuestras cuentas —algo que en realidad está en manos de los algoritmos de cada medio—. Pero además se une otro factor: el mensaje puede ser compartido directamente, con comentarios que interpretan y juzgan el mensaje, y que son recibidos por personas que forman parte del circuito de interacciones de cada uno; esto ofrece credibilidad, en muchos casos, a la opinión tanto o más que al mensaje original. Esto causa una mutación cuando se trata de un mensaje que originalmente proviene de un medio tradicional; cuando es un comentario original la combinación de interpretación y credibilidad, al interior de la red social del que crea el mensaje, es lo que potencia la diseminación. La difusión termina dependiendo de las redes sociales existentes entre personas en una población: redes duras (familia, amistades) o blandas (conocidos, “amigos” en Facebook, “influencers”) permiten de manera similar acceder a mensajes de manera más directa e inmediata, y reproducirlos, que en medios masivos.
Así, la posibilidad de difusión viral descansa sea en la combinación de credibilidad de la fuente secundaria y de reacción al mensaje original; o de de juicio y credibilidad cuando es un mensaje original; y finalmente, en la población susceptible de ser infectada, es decir la red de contactos del que difunde el nuevo vector, más complejo. Esto se presenta en los dos gráficos siguientes, que comparan los modelos de difusión.
La posibilidad de viralización entonces es mucho mayor: mientras que en la comunicación masiva, tradicional, el R0 es inevitablemente bajo, el R0 de un mensaje en medios sociales siempre tiende a ser mayor de 1, y dependiendo de la heterogeneidad ideológica de la población susceptible (es decir, la red de contactos con la que cada posteador cuenta), la tasa de ataque puede acercarse a 0.99.
Esto requiere que el mensaje (es decir, el elemento infeccioso) sea posible de ser diseminado con el factor agravante incorporado (es decir, la mutación del elemento infeccioso original) que el comentario o juicio añade. El medio potencia la mutación con la posibilidad de añadir más comentarios (mutaciones).
Pero la población susceptible es reflejo de la fragmentación de los medios sociales, y ese factor no es menor. Aunque millones de personas usan Facebook, no todos están conectados, ni todos los contactos que uno tiene son visibles regularmente. Los mensajes circulan dentro de las redes que se constituyen individualmente, y el resultado es que la capacidad de diseminar guarda relación con la diversidad de la red de cada individuo: mientras menos diversa es, menos penetrable por perspectivas distintas resulta. La similitud ideológica crea silos discursivos donde no hay espacio para la persuasión.
Además, la atención que prestamos a los medios sociales varía constantemente, y el interés por lo que se dice en ellos también. En condiciones de intensidad informativa se vuelven una fuente muy atractiva, pero en días regulares el consumo se reduce.
¿Cuanto se superponen las redes en los medios sociales? No es una pregunta irrelevante. Una red de vínculos duros puede ser bastante difícil de ser penetrada por extraños en la vida real; los mensajes mutantes, en cambio, suelen ser motivo de discusión o aplauso cuando ingresan en las redes duras, pero lo son precisamente porque rompen la estabilidad de las relaciones en las redes duras, que no tienen que incluir la coincidencia ideológica. En cambio, las redes blandas suelen ser creaciones de mayor similitud ideológica, pues se basan en evaluaciones distintas y en realidades más complejas que las redes duras. Uno comparte espacios con personas, como los compañeros de trabajo, que no son necesariamente el resultado de empatía o cariño, sino solo de necesidad; el resultado es que estas redes pueden ofrecer una mirada más diversa al mundo.
En los medios sociales, la diversidad del mundo real no necesariamente se reproduce. Se puede tener como “amigos” a personas que no coinciden con uno, pero la manera como se educa a los algoritmos hace que veamos aquello que nos hace sentir más contentos, lo que nos gratifica, lo que siempre ha sido un fuerte motivador del consumo mediático, como nos propusieron hace mucho Katz, Haas y Gurevitch (1973). Pero ahora los algoritmos se encargan de simplificar nuestra búsqueda de gratificaciones, al ofrecernos lo que nos gusta sin casi tener que buscarlo.
Los atributos mediáticos de los medios sociales son mucho más pertinentes para la oferta de gratificaciones que los medios masivos: ambos tipos se organizan alrededor de dicha oferta, pero los medios sociales son mucho más precisos en su conexión con las necesidades individuales, a diferencia de los medios masivos; esto tiene que ver directamente con la diferencia entre lógica de oferta y de demanda que presentó Dominique Wolton (1999).
Sin embargo, es necesario considerar que los silos discursivos son una característica deseada de la gratificación buscada a través de los medios sociales. Incluso en contextos de respuesta política, usamos los medios sociales como mecanismo cerrado, alrededor de nuestros intereses y gustos; cuando penetra un mensaje que no concuerda con ellos lo cancelamos, o lo modificamos, de manera de hacerlo más cercano a nuestros intereses o gustos. Los silos discursivos que creamos se refuerzan por el recurso a variedad de prácticas retóricas que cierran la comprensión de lo que circulamos a los que son parte de los grupos que los entienden.
(Inspirado por http://matei.org/ithink/2010/07/29/what-can-uses-and-gratifications-theory-tell-us-about-social-media/)
Un resultado (que es postulado, no comprobado, en este documento) es que los medios sociales facilitan la posibilidad de abundancia de mensajes mutantes: un mismo acontecimiento será comentado de distintas maneras y distintos énfasis por distintas personas, pero cuando aparece en el feed de una persona, será porque la actividad de ese usuario ha sesgado al o los algoritmos de fora tal que las gratificaciones que hemos ido programando se reflejaran en los sesgos cognitivos e ideológicos desde los que analizamos la realidad. El mismo hecho es visto de distintas maneras, y el mensaje de un medio, al ser comentado o reseñado por otra persona, termina siendo leído a través del filtro cognitivo de dicha persona.
El resultado es que enfrentamos muchas versiones de la realidad, basadas en las noticias, pero no replicándolas, solo usándolas como plantilla para dar una opinión propia. Así terminamos con sinnúmero de ventanas sobre la realidad, que no siempre son consensuales o “verdaderas”, sino más bien caracterizaciones fragmentadas: múltiples versiones de los mismos hechos, presentados de distintas maneras, construyen variantes de la realidad que puede ser fácilmente entendidas como propias por grupos pequeños creados por redes blandas.
Las redes blandas resultan siendo ideales para difundir material gratificante; las redes duras, en cambio, suelen ser invadidas por material que no es atractivo. Pero este ultimo puede servir para difundir ideas divergentes a las que un usuario de medios sociales tiene, y por repetición y cercanía de la fuente, pueden persuadir; en las redes blandas la persuasión es necesariamente más débil. El resultado es que mientras que la veracidad de lo que se recibe por las redes duras es menos creíble, aquello que está en zonas grises tiene más oportunidades de expandirse y ser aceptado que aquello que va contra nuestra búsqueda de gratificaciones en las redes blandas.
Un postulado más: lo que caracteriza a las fake news no es que sean inherentemente falsas (en el sentido de alterar o inventar hechos), sino divergentes. Son interpretaciones sesgadas o falsas de acontecimientos reales, que divergen de la realidad pero que convergen con la opinión que una persona determinada pueda tener de la realidad. Digamos que son narrativas que explican hechos, y que son aceptadas como certeras por aquellas que tienen coincidencia ideológica con la interpretación que proponen; pero que son vistas como falsas por aquellos que tienen divergencia ideológica. Si toda noticia es una interpretación de la realidad, toda noticia puede ser fake news para alguien, sobre todo si se asume que la fuente no es confiable, pero también si el consumidor de las noticias decide que la realidad como la experimenta es divergente de la realidad construida en los medios.
En otras palabras, si bien una fake news puede ser efectivamente falsa, lo que la hace notoria es su divergencia al interior de los grupos que la reciben, donde son recibidas como falsas, manipulatorias o engañosas; cuando son convergentes con los puntos de vista de los grupos que las reciben, entonces se consideran positivamente. La circulación entre redes blandas es habitualmente más favorable porque dichas redes están orientadas a la gratificación antes que a la relación entre los miembros; las redes duras son más difíciles de penetrar porque obligan a enfrentar la realidad de menor convergencia, pues se organizan por lazos externos a la red.
Pero si la fuente muta la noticia original, entonces aquello que podía ser visto como falso se vuelve “verdadero”, en la medida que se ajusta a nuestra comprensión de la realidad. La mutación tiene más posibilidades de ser aceptada que el mensaje original, porque es más convergente con el entorno en una red blanda que la noticia original. Al interior de las redes blandas susceptibles a esa interpretación, la mutación tiene un R0 > 1; lo contrario pasa en las redes que tienen susceptibilidades inversas. Los medios sociales crean un entorno en donde podemos buscar la realidad que nos resulten convergente; la virtud es que cuando los medios optan abiertamente por una presentación divergente de la realidad, las redes blandas en medios sociales pueden ser la mejor herramienta para restaurar la visión basada en hechos.
(sigue en 3).