En medio de conflictos gravísimos, el país pasó por una circunstancia menor pero que sirve como metáfora de la incapacidad de entendernos desde principios comunes. Los reporteros que fueron retenidos e intimidados por los ciudadanos de Chadín, en Cajamarca, son presentados como mártires de la libertad de expresión o como expresión de la prepotencia limeña que no respeta nada.
Ciertamente, lo que ocurrió fue una agresión contra periodistas, algo que en principio es inaceptable en una democracia; al mismo tiempo, la queja de prepotencia parece tener fundamento, al tratarse de una presencia inopinada y que no respetó las normas comunitarias. Ni siquiera bajo la bandera de justicia consuetudinaria debe suceder algo así, pues no es posible ignorar las garantías constitucionales sobre libre tránsito y libertad de expresión. Pero los reclamos de la otra parte tiene un defecto de origen.
Primero, la equiparación entre prensa y periodismo, que los hechos han demostrado es por lo menos relativa. Muchas empresas de prensa prefieren hacer propaganda, ignorando la realidad, la evidencia y el principio democrático del reconocimiento a las distintas partes del sistema político. Buena parte de la prensa peruana mostró su peor entraña en la elección presidencial del 2021, cuando pese la ausencia de evidencia, insistió en la teoría conspirativa del fraude. Los responsables del programa que presentó a un “cripto analista” para continuar propagando neciamente que hubo fraude, parecen olvidar que negaron la realidad y el derecho de los peruanos a estar adecuadamente informados.
La prensa tiene que ser libre: eso es indiscutible. Pero la libertad siempre debe ser la libertad del que piensa distinto, pues basta que una persona piense distinto que la mayoría para que sea injusto negarle decir lo que cree. Si los propietarios de los medios de prensa deciden que solo ellos tienen derecho a ser libres diciendo lo que les conviene, contra evidencia opuesta o despreciando las críticas, entonces se convierten en expresiones autoritarias tan contundentes como el mejor diario de partido único; solo que no se trata aquí de la ilusión de la vanguardia auto consagrada que impone su voluntad sobre la sociedad, sino del capital imponiendo su voluntad de poder y su diseño social a todos los que tenemos, en principio, los mismos derechos.
Reclamar que la libertad de prensa es indispensable e indiscutible, claro: no hay democracia sin ella. Pero, como todo derecho, se le debe respeto y cuidado, no tratarla como una exclusividad del poderoso. Condenar la agresión en Chadín no puede justificar el olvido de lo que fue una agresión comparable, simbólica pero real, a la libertad de los peruanos.